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Foto del escritorRootsLand

Sinaloa, con pocos empleos dignos


Por Omar Garfias Reyes En Sinaloa habitamos un millón 751 mil personas en edad y condición de trabajar, pero solo 343 mil tienen un empleo con derecho a servicio de salud, con garantía de pensión por accidente, cesantía ó vejez, y con ingreso suficiente para comprar la canasta alimentaria para dos personas. El sistema económico implementado en el estado sólo da empleo digno al 20 por ciento de la población productiva potencial. Según la Encuesta Nacional de Empleo del INEGI del primer trimestre de este año, 497 mil sinaloenses están excluidos, no tienen trabajo. Representan el 28 por ciento de quienes están en edad de trabajar, sin considerar a personas que aún estudian, a quienes ya se jubilaron o padecen de incapacidad total. Del total de excluidos, están desocupados y disponibles para laborar 197 mil, y están desocupados pero no disponibles porque realizan trabajos domésticos y de cuidados en su casa, 300 mil. Es urgente una estrategia de inclusión económica de mujeres y jóvenes con metas, responsabilidades, tiempos, que abarque integralmente todos los factores de la exclusión y no se agote con el cliché simplista de “vamos a crear una bolsa de trabajo para jóvenes”. Si el sistema económico no genera empleos, esa bolsa de trabajo siempre estará flaca. El tamaño de nuestra economía y la dinámica del mercado interno de Sinaloa se ven terriblemente afectados cuando la tercera parte de su fuerza de trabajo está excluida. El concepto “trabajo digno” no se refiere a la honorabilidad de las actividades y mucho menos a la de las personas, sino al nivel de calidad de vida que posibilita al trabajador. La contraparte es “trabajo precario”. En ese sentido, 774 mil sinaloenses están ocupados pero tienen trabajo precario. Esto es, no cuentan con seguridad social ni/o el ingreso suficiente para comprar la canasta alimentaria familiar. Trabajan sin seguridad social 658 mil sinaloenses; trabajan sin ingresos suficientes para adquirir la canasta familiar, 517 mil, y trabajan, en las peores condiciones, sin seguridad social y sin ingresos necesarios, 334 mil individuos. Esto significa que para estos sinaloenses el trabajo no es una vía para salir de la pobreza. Los derechos a la salud y a la pensión, por ejemplo, están restringidos sólo a quienes trabajan con un patrón que afilia a sus empleados a la seguridad social. Es necesario que el sistema de seguridad social se desvincule del régimen laboral; que no sea sólo para los empleados formales. La fuente de financiamiento debe dejar de ser las cuotas obrero patronales y sustituirse por recursos fiscales para que la pensión y el acceso a la salud sean universales. No tienen contrato estable de trabajo 466 mil empleados asalariados, el 53 por ciento del total, por lo que ocupamos el lugar 16, de peor a mejor, entre los estados de la República. No cuentan con organización sindical 786 mil empleados asalariados, el 89 por ciento del total, por lo que ocupamos el lugar 11, de peor a mejor, entre los estados de la República. Es fundamental activar los mecanismos de garantía de derechos laborales ya aprobados por la reforma laboral. El sistema económico de Sinaloa no garantiza empleo, salud y alimentación a los sinaloenses. Todos resentimos esta falla económica pues hay menos producción, ventas y consumo de lo que debería haber, de acuerdo a los recursos humanos y naturales de Sinaloa. Dieciséis estados tuvieron más producción por habitante que nosotros en 2019. Tenemos un PIB per cápita similar al de Letonia. No nos parecemos a las naciones que admiramos por su capacidad de trabajo y de generación de bienes y servicios. Al lado del sector exportador de clase mundial hay una multitud de personas sin trabajo digno. Leandro tiene 26 años, estudió derecho pero nunca ha ejercido. Trabajó un año con una banda de músicos cargando equipo, de cinco de la tarde a cinco de la mañana. Le daban mil pesos por evento. Lo querían mucho porque no tomaba, pero la COVID-19 acabó con esa chamba. Ahora, en la campaña política ayudó a un candidato, y lo hizo con tal dedicación que el coordinador le dio tres mil pesos cuando terminaron, aunque él sólo se había acercado como voluntario para hacer méritos. Con los ojos llenos de emoción me dice: “una chulada si me dieran trabajo... Imagínese …. imagínese que sea de abogado… N'ombre, una chulada”. Leandro no conoce lo que es un trabajo digno, aunque ha estudiado y se ha partido el lomo.


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