Por Fernando Castro Borges
En la cultura maya, la maya pax (música maya), ha sido usada desde antaño por los habitantes originarios de la Península de Yucatán, los ha acompañado en alegrías, ha estado presente en fiestas tradicionales o para alegrar el corazón de los dioses mayas.
De las ocarinas, flautas, tambores de parche sencillo, cascabeles, raspadores, sonajas y el caracol de mar nace la armonía entre sus inconfundibles sonidos anunciando el inicio de una ceremonia.
Al ser escuchada y apreciada durante la Guerra de Castas, rebelión social que más ha marcado a Quintana Roo, la maya pax tiene una jerarquía especial: su reconocimiento en la vida de las comunidades de la península.
Esta expresión cultural, asociada con el movimiento surgido a mediados del Siglo XIX, justo fue en ese periodo histórico cuando se incorporó el violín, el cual marca el ritmo de la melodía; con su sonido de cuerdas refleja el sentimiento de un pueblo que transmite emociones, dando la entrada a una magia llena de emociones al escucharla.
A pesar de que en toda la península tiene presencia este género musical, en Quintana Roo tiene un papel dentro del ritual religioso maya-católico, a diferencia de Campeche y de Yucatán, donde su ejecución se reduce a una actividad lúdica.
En Quintana Roo, desde el inicio de la Guerra de Castas, la ejecución del violín, la tarola y el tambor tuvo un papel relevante, conciliando con sus sonidos el ritual religioso maya y el católico, produciendo con su ejecución el sentimiento del pueblo.
Durante los más de 50 años que duró la Guerra de Castas, los mayas iniciaron el culto de la Cruz Parlante; durante la resistencia indígena, establecieron una organización de tipo militar-política-religiosa. Al interior de esta forma de gobierno, los músicos desempeñan un papel fundamental: son los responsables, con sus instrumentos y sones, de la ofrenda a esta Santa Cruz, que da identidad, principalmente, a las comunidades mayas del centro de Quintana Roo.
La armonía de la maya pax tiene una importancia significativa en la temporada del Hanal Pixan. Durante la Comida de las Ánimas, en la parte más alta y central de cada ofrenda hecha a los difuntos en las casas de las comunidades mayas, no puede faltar esta Santa Cruz, la cual visten con un hipil (huipil) y la música que crean estos artistas con un violín, un bombo y la tarola, son la ofrenda que reciben las almas mayas, con un repertorio de carácter sagrado que poco ha cambiado.
Es interpretado por agrupaciones con características especiales en el arreglo musical y en la función de la música dentro de las comunidades. Todavía esta manifestación cultural se interpreta en comunidades mayas. Los músicos se ubican, principalmente, en los municipios de Felipe Carrillo Puerto y Morelos, donde tienen la responsabilidad de mantener viva la tradición.
En esta tradición musical hay dos vertientes: la principal, que es la interpretación de sones sagrados ejecutados en ceremonias religiosas, y la pagana, que es disfrutada para bailes, vaquerías y fiestas comunales.
Sin duda, se requiere más difusión. Los grupos necesitan apoyos; requieren ser apreciados y reconocidos por todo el orbe. En 2016 se reconoció como Patrimonio Cultural Intangible de Quintana Roo, pero la ejecución de esta música es aislada, por lo cual debe presentarse en muchos escenarios más.
Hace falta sensibilidad para fomentar esta manifestación cultural; no debe perderse la tradición, por lo cual hay que garantizar su difusión. La maya pax es parte de la identidad peninsular, pero también define a los mayas, al ser parte de su cosmovisión. Sin duda, debe considerarse un tesoro nacional.
Para los habitantes de las comunidades mayas es una obligación sagrada el cuidar esta tradición cultural ya que, como dicen, ¡Dios les otorgó la virtud de tocar sus instrumentos y un día despertaron con ese don!
La maya pax fue dictado por Dios sólo a unos pocos, y éstos deben transmitir la tradición a las generaciones siguientes.
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