Por: Fernando Silva Concebir un entendimiento revelador, es decir, establecer un concepto inédito resulta eminentemente atractivo y, para lograrlo, nada mejor que disponer de las bases didácticas y pedagógicas de las artes mayores para amparar la necesidad natural de crear, expresando sublimes sensaciones y emociones -que son esencia de la humanidad- y, por ende, considerar a la mayoría de los profesionales de la escritura, la pintura, el teatro, la escultura, la música, la poesía y la arquitectura, como los más calificados para idear algo bello de la nada. En el entendido de que tal capacidad no puede ser encasillada en una sola determinación o dilucidarla desde una primera contemplación que pretenda advertir su compleción. De esta manera es posible inquirir en las obras -cual investigadores positivistas- una elucidación en la que podemos adentrarnos, no sólo en alguna pieza en particular, sino en profundizar cómo cavila el autor y, a partir de tan amplio horizonte mental, se descubre una fabulosa oportunidad para observar con libertad y sin prejuzgar lo que cada expresión artística ostenta. Comprensiblemente, después de un tiempo de prestar atención en aquello que nos cautiva, resulta enigmático e inaprensible llegar a fondo, ya que tenemos algo tan arcano y fascinante como lo es la abstracción de cada creador, por lo que hay que tener presente que antes de pretender razonar cualquier expresión artística, simplemente es sensato darle paso al deleite, para gozar hasta el embelesamiento lo que experimentamos y, a posteriori, darse el tiempo para indagar por el ejercicio de las facultades intelectuales -directa o indirectamente- al artífice de tan seductora obra. Por consiguiente, con el fin de aproximarse a cualquiera de las manifestaciones estéticas, lo oportuno es observar con disposición, detenimiento y reflexión, y así lograr disfrutar todos los elementos que la componen, para que ulteriormente se pueda compartir una comprensión que admita concebir -de la mejor manera- lo que el autor de cada pieza nos trasmite, además de configurar en nuestro entendimiento la generosa intención de tan desarrollada amalgama de erudiciones. Por lo tanto, es preciso razonar las ideas que valen de fundamento para dar significado al perfeccionamiento de las imágenes o representaciones, tanto en lo emocional, como en las sensaciones que se perciben en un cerebro saludablemente excitado. De esta manera, ser parte de tan digna profesión, resulta más que gratificante, a partir de ejercer una capacidad adiestrada -experimentar y exteriorizar- con el objetivo de transmitir intensas y agradables exaltaciones del ánimo, así como la estimulación placentera de nuestros órganos receptores desde la libertad de pensamiento que tenemos quienes realizamos tan consciente y virtuosa labor. Obviamente, toda persona posee múltiples grados de inteligencia, algunas referidas a lo utilitario, a lo científico y/o a lo artístico. Pero la tercera -la que estima como su prioridad la pulcritud de los conceptos mediante el libre razonamiento- logra un sano vínculo en favor de la armonía personal y social, exponiendo generosamente otra forma de ver la vida y los entornos, tanto negativos como positivos, en base de todo lo que ayuda a satisfacer y mejorar la subsistencia en un mundo caótico y a la vez sublime. Es por ello, que las mejores demostraciones para una transformación social en bien común se encuentran en la canalización de las ideas y sensaciones intelectuales que se difunden mediante las artes mayores, en otras palabras, crear se logra con el primero y más obvio de los actos del entendimiento al observar, leer, pensar, tener conocimientos, intuición, técnica, experiencia, decisión, confianza, sensibilidad, disposición, disciplina, en concreto, siendo profesional. Entonces, producir arte de grado excepcional es algo más que un fascinante potencial humano, por lo que es preciso identificar y estimular las artes mayores como un indicativo clave de las sociedades que deseen tener vital influencia en concordia con los derechos que dan dignidad a todo ser viviente. Es por ello que así como la educación, la formación académica, el respeto a la ecología y a la biodiversidad, los valores artísticos deben adquirir alta prioridad en gobiernos y, principalmente, en las sociedades -considerando que en ellas se definen los procesos de democratización, así como, las bases teóricas que explican la influencia del medio social y la cultura en el comportamiento de los individuos, lo que supone una vez más, el insistir en que las bellas artes precisan estar incluidas en los sistemas formativos, en la vida sociocultural de manera más contundente y ser reconocida, tanto en el equitativo desarrollo de las personas y de las naciones, como en la fundamental urgencia de prevenir la destrucción de la naturaleza, las guerras, el hambre, la desigualdad, la pobreza, el cohecho y la corrupción, la mala de educación y la falta de formación académica, la inseguridad, la falta de trabajo… A modo de conclusión, es posible aseverar que los autores de las bellas artes expresamos lo inmaterial de la realidad, la esencia de ésta y del cualquier ser en plenitud; es simplemente la revelación de los hechos en la Tierra, así como la creación de nuevos mundos y la declaración de lo bello. Es en definitiva, un maravilloso misterio y a la vez un sorprendente aspecto de la condición de ser humano en su libre albedrío.
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