Redacción: Marlone Serrano
El consumo de concentrados de cannabis altamente potentes, conocidos como “dabs”, ha encendido las alarmas entre autoridades sanitarias y familias en Estados Unidos. Esta práctica, que consiste en inhalar extractos de marihuana con niveles de THC de entre el 70% y el 90%, ha ganado popularidad entre los adolescentes, a pesar de sus riesgos para la salud mental y física.
Heidi Lawrence, residente de Colorado, es una de las madres que enfrenta las consecuencias de este fenómeno. Su hija comenzó a consumir dabs a los 14 años y rápidamente desarrolló una adicción severa. A los 17, sufre de episodios recurrentes de psicosis y ha requerido hospitalización en varias ocasiones. "Fumar estos concentrados casi ha destrozado su cerebro", relata Lawrence, quien, a pesar de los desafíos, sigue apoyando a su hija en su proceso de recuperación.
Los efectos del “dabbing” son intensos y de rápida aparición, pero también conllevan graves riesgos. Según la Dra. Nora Volkow, directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA), el consumo de altas dosis de THC puede provocar vómitos cíclicos, convulsiones y episodios psicóticos. Un estudio de The Lancet Psychiatry también vincula el uso diario de THC de alta potencia con un mayor riesgo de trastornos psicóticos.
El fenómeno ha crecido en un contexto de legalización del cannabis recreativo en varios estados, lo que ha impulsado la disponibilidad de productos de alta potencia como vaporizadores y comestibles. Según un informe de la Universidad Carnegie Mellon, estos productos ahora representan cerca del 50% del mercado de cannabis en EE.UU.
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