Redactor: Sam Torne
Durante décadas, el cannabis ha sido objeto de mitos que lo vinculan con la pérdida de capacidades cognitivas. Estos estereotipos no solo han influido en la percepción social, sino también en políticas públicas que han criminalizado su consumo. Sin embargo, un reciente estudio realizado por científicos daneses y publicado en Brain and Behavior presenta evidencia contundente: el consumo de cannabis no tiene un impacto significativo en el coeficiente intelectual.
El estudio se destaca por su enfoque a largo plazo. A lo largo de 44 años, investigadores analizaron a 5,000 hombres en dos etapas clave de sus vidas: en la adultez temprana (alrededor de los 22 años) y en la mediana edad (cerca de los 62 años). Este extenso periodo permitió observar cómo el consumo de cannabis afectaba o no sus capacidades cognitivas.
Los resultados fueron claros. Aunque todos los participantes experimentaron una disminución promedio de 6.2 puntos en su coeficiente intelectual con el tiempo, no hubo diferencias relevantes entre los consumidores de cannabis y los que nunca lo usaron. De hecho, los consumidores mostraron una disminución ligeramente menor (1.3 puntos) en comparación con los no consumidores, incluso tras considerar factores como nivel educativo, consumo de alcohol, tabaquismo y estatus socioeconómico.
¿Qué dicen otros estudios sobre el impacto cognitivo del cannabis?
Este no es un hallazgo aislado. Varias investigaciones han desafiado la noción de que el cannabis deteriora de manera significativa la cognición. Por ejemplo, una revisión publicada en JAMA Psychiatry encontró que cualquier déficit cognitivo asociado al cannabis tiende a ser leve y reversible tras un breve periodo de abstinencia. Por otro lado, estudios con gemelos —donde uno consume cannabis y el otro no— han demostrado que las diferencias cognitivas están más relacionadas con factores genéticos y ambientales que con el uso de la planta.
El peso del estigma: mitos que persisten
A pesar de la evidencia científica, el estigma alrededor del cannabis persiste. Este prejuicio se originó en gran parte por campañas de desinformación durante el siglo XX, que asociaron su uso con peligros exagerados. Estas narrativas han sido difíciles de desmantelar debido a la limitada difusión de estudios neutrales o positivos sobre el cannabis. El resultado es una percepción social distorsionada, que sigue viendo el consumo de esta planta como una amenaza para la inteligencia.
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